lunes, 28 de julio de 2014

Sobre determinismo (I).

Entre placer y deber hay una diferencia de apreciación, no de decisión. Entre placer y dolor hay una diferencia de sensación, no de acción. Acción, continua e irremplazable por otra, es todo lo que acontece. Lo que sucede es lo sucede, tenga que suceder o plazca que suceda, más allá de que sea vida o un suplicio que así acontezca inevitablemente. Nuestra voluntad es el último chispazo de la máquina biológica determinada que somos y la delimitación de nuestros logros materiales. Puede cambiar el punto de vista respecto de la acción y la materia, mas, la inacción y lo inmaterial no son territorios accesibles, experenciables, capaces de ser comprobados y, por ende, pensados o al menos recobrados, sino en los territorios de la violenta proximidad con la muerte. Se puede pensar de una u otra manera lo vivido, pero solo vivimos lo que nos toca vivir, biológicamente limitados a lo concreto y deseable de esa situación, y es esa nuestra libertad por un instante a veces demasiado largo, a veces feliz, a veces insoportable, irreconocible, brutal y finalmente evanescido. Rememorar, arrepentirse, extrañar, ambicionar, progresar, poder, es sobre todo crear, como acción esclava abstracta de otra acción esclava concreta que podríamos llamar realización vital, eso que ocurre a cada segundo, en nosotros y en todo lo que existe, y que no se puede cambiar porque ya es acción de desarrollo, de transformación y reorganización de sí mismo, si bien la ideología y los movimientos sociopolíticos son un reflejo de esto y de su naturalidad. Pero es nuestra libertad y nuestra voluntad también elegir tácitamente este determinismo, aceptar a la manera del zen esta condena a ser únicamente quienes somos y actuar únicamente como actuaremos, es decir, que es al mismo tiempo un límite y una fuga respecto de ese límite el acogerse biomecánicamente y funcionalmente a impulsos, reflexión, templanza, error, cotidiano, existencia, etc. Y es igualmente un determinismo de la rebeldía, en tanto determinarse es al mismo tiempo asumir los límites de una posición como un objetivo desde cuya posición se aproxima el determinado.

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